Presencia. La “presencia – asistencia” es un binomio de nuestro carisma que unifica los elementos fundamentales, irrenunciables de la pedagogía salesiana. Para D. Bosco y M. Mazzarello, significan una “mirada atenta”, cercana, acogedora, escucha profunda, una “presencia física-real” entre los jóvenes, estar con ellos en aulas, pasillos, patios, allí donde se desarrolla su vida. Desde esa presencia educadora, experimentamos que las relaciones se fortalecen y se hacen más positivas. Es acompañarles en las experiencias cotidianas y, en los grandes momentos; es caminar juntos en el proceso de crecimiento en la fe y ayudarles a que sean los protagonistas de su propia historia.

Alegría. Don Bosco fue el santo que mejor supo encarnar la importancia de la alegría en la vida cristiana, hasta el punto de convertirla en el eje vertebrador del carisma salesiano. Pero una alegría entendida, no como sentimiento pasajero, sino como una opción de vida. Don Bosco proclamaba que la santidad consiste en estar siempre alegres; es decir, en mirar la vida con ojos llenos de esperanza y con la serenidad de sentirnos amados incondicionalmente por Dios.

Por eso también don Bosco es el santo de los jóvenes. Él sabía que la mejor manera de ganarse sus corazones era compartiendo sus alegrías, porque la alegría es la ley fundamental de la juventud.

María. En la Familia Salesiana y en la vida de cada uno de los que formamos parte del carisma salesiano en femenino está siempre la madre de Jesús, y así, contemplamos a María en su presencia preventiva y de “auxiliadora” en las bodas de Caná. Esta historia, entretejida de carencias y de alegrías, es la historia de cada uno de nosotros, como también es la historia de los jóvenes a los que estamos llamados a acompañar. Como Ella, estamos invitados a ser presencia significativa, alegre, sencilla y disponible. Nos sentimos siempre en camino y disponibles a vivir el “hágase en mí”.

Espíritu de Familia. El espíritu de familia está en el origen del carisma salesiano, nuestro sistema educativo, espiritualidad y carisma se fundamentan en él. Los valores de Don Bosco y Madre Mazzarello los adquirieron en el seno familiar, y eligieron para sus instituciones educativas el nombre de “casas”, donde se viviese el “espíritu de familia”. La familia es el lugar de la amistad, los afectos, la acogida, donde se aprende el arte del diálogo y de la comunicación interpersonal. Desde ahí nace la convicción de que el mejor ambiente educativo se construye en familia: donde los sentimientos, actitudes y valores son comunicados, siempre con el ejemplo.

Sistema preventivo. La visita de Don Bosco a los jóvenes de las cárceles, le hizo sentar las bases de lo que sería su estilo: “¿Si estos muchachos tuvieran fuera un amigo que se preocupara por ellos no se reduciría el número de los que regresan a la cárcel?”. Su sistema preventivo va más allá de evitar el mal, es una propuesta de vida que ofrece un ambiente educativo lleno de vida y rico en propuestas, con manos amigas que invitan el bien. Es método educativo y es espiritualidad que nos dispone a acoger a los jóvenes como regalo que Dios nos ofrece para el encuentro con Él.